Atalaya: desde la tela de araña

Cultura en la red, reflexiones, relatos, tutoriales y paridas diversas

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2011-06-03 09:50 Fui a Estados Unidos por primera vez hace diecinueve años. Al aterrizar en los Ángeles de noche y ver autopistas de macadán, neones y casitas bajas me imaginé que estaba en el Estados Unidos de las películas. Pero también en el de Rodney King, cuyo apaleamiento había causado la sublevación del barrio que, precisamente, rodeaba la universidad donde fui a hacer una estancia.
La primera lección antes de ese emparejamiento entre lo imaginado y lo real: llegué con retraso, salí a donde estaba esperando la gente a buscar a la persona que venía a esperarme a ver si seguía por allí todavía. En esa época sin teléfonos móviles la única forma de apañarte al llegar a un sitio era llevar las instrucciones por escrito, o el contacto. Contacto que tenía que aguantar horas de retraso, porque sabía que si se largaba no sabías ni a dónde ir, ni qué hacer, ni nada de nada. Salí, estaba. No pude volver a entrar. Un policía reclinado (también como en las películas) en un mostrador me señaló con la porra un cartel que decía "No return point". No pude ir a recoger la maleta. Dio un poco igual, porque la habían perdido en la conexión en Londres, que fue una conexión un poco apresurada.
Aquello me enseñó a temer un poco más a los polis que a los chorizos, y más cuando recorrí esas mismas autovías unas semanas más tarde en un Subaru de segunda mano sin seguro. Pero también me enseñó que no estaba en la vieja Europa, donde en la zona de equipajes de los aeropuertos se entraba y salía, se buscaba a la familia, la familia entraba y te cogía la maleta, se montaba en la cinta transportadora, le pedía el tricornio al guardia civil... España en el 92. Una realidad alternativa.
La última vez que estuve allí fue en el 97, hace catorce años. Un mes de febrero de ventiscas que a punto estuvieron a) de impedir que llegáramos de Santa Fe a Alburquerque a las 4 de la mañana en un Chevrolet alquilado y b) de impedir que el vuelo aterrizara en Atlanta, perdiendo nuestra conexión. Todavía no había pasado el 11S ni el 11M ni las botellitas de agua, los gayumbos y los alpargates Wamba se habían convertido en posibles armas mortales (ni todo el que los llevaba en un terrorista). Con todo y con eso, comprobé que tenían constancia de las veces que había pasado por allí anteriormente (otras dos), que tenían anotado a lo que me dedicaba y mi posible querencia por quedarme en la tierra de los libres, y alguna que otra cosa más. Por cierto, Estados Unidos seguía siendo como en las pelis, pero Santa Fe, Nuevo Mexico, sale en pocas pelis, así que tampoco tenía mucha base de comparación.
Ahora vamos de nuevo, con historias de viajeros que han sufrido todo tipo de vejaciones, y también de otros que no han tenido absolutamente ningún problema. Y nada menos que a la Nueva Orleáns, del Katrina, a la ciudad que según me cuenta Carlos Fernandes es la 6ª más violenta de los u ese a, y que era usada pre-Katrina por los cirujanos del ejército americano para hacer prácticas, por la cantidad de heridas por armas de fuego que había por allí. Soy muy consciente de las líneas invisibles, pero no sólo en Nueva Orleans. También aquí. De hecho, hasta me he afeitado.
La próxima vez, espero que desde allí. Mientras tanto, leamos la experiencia de Iker Armentia contada en su blog

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Comentarios

1
De: zeta Fecha: 2011-06-03 18:25

Si te quieres pasar por DC, ya sabes donde tienes una casa.



2
De: JJ Fecha: 2011-06-04 23:39

¿Y también un sitio donde ir de botellón? Muchas gracias, pero vuelvo por Miami... otra vez será



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