2011-07-27 17:35
En realidad, todo esto es una milonga para justificar el hecho real y cierto de que es una manía personal mía visitar y fotografiar estaciones, como lo es hacerlo con los cementerios y los mercados de abastos
Las estaciones, de cualquier tipo, deberían figurar en las guías turísticas. La estación de tren de Dos Hermanas, aparte de ser anunciada de forma sandunguera desde el altavoz del tren, tiene un
encanto mudéjar que hace que las horas de transbordo desde Granada a Jaén pasen más rápido (es mentira, pero podría no serlo).
Así que a pesar de que pilla un poco a desmano de casi todo, y especialmente del centro, convencí a mi amigo de que fuéramos a visitar la estación central de la Habana, esperando ver sólidos y humeantes trenes soviéticos saliendo y creando oportunidades fotográficas sin par.
Una estación que es tan grande que las vías la desbordan y se salen por los lados, posiblemente del tiempo en que los trenes de
la frutera llegaban y traían caña para las factorías. Eran otros tiempos. Ahora lo que se hace, principalmente, es esperar.
Porque la mayoría de las estaciones que conozco son enjambres de actividad, con decenas de personas apresuradas que entran o salen y están, en general, el tiempo necesario para recoger al conocido o abordar el tren sin pasar más tiempo del necesario. La estación de la Habana, en el poco tiempo que estuve allí, y durante el que me advirtieron que no contestara a nadie si me hablaba (cosa que no sucedió; fuera de la zona turística, los cubanos van a su avío y les trae sin cuidado un blanquito con cámara más o menos), no se anunció salida ni llegada ni, en realidad, vi a nadie con maleta.
Las estaciones que conozco suelen tener una pequeña sala de espera, algunos bancos para que una docena de personas soporten los retrasos. La de la Habana, sin embargo, estaba organizada como una inmensa sala de espera. Un centenar de personas esperaban, no sé si la salida o la llegada, o simplemente, como jubilados, que suceda cualquier cosa, mientras hablan unos con otros o leen
pasquines revolucionarios en las paredes, el único tipo de anuncios que se ven en Cuba.
Quizás por eso me gustan las estaciones; son metáforas de la ciudad, el país en el que se encuentran. O simplemente son edificios grandes, con mucha luz, donde es fácil hacer fotos. Que cada uno escoja lo que quiera.
[Quien quiera seguir leyendo posts del viaje a Cuba puede emprenderla con
éste que habla de la masonería]