Atalaya: desde la tela de araña

2011-08-07 07:43 Y no la Internet. Y lo digo porque tuve que argumentarlo no una sino dos veces, y por diferentes sitios.
A ver si poniéndolo aquí la gente me cree, porque todo lo que está en la Internetla weben esto es verdad.
Primero, la metáfora. La Internet es una carretera. Y por la carretera, casi todos vamos en coche (es decir, usamos la web). Pero en la carretera también hay camiones, motocarros, bultos peludos que fueron en su día animales imprudentes, y señales de tráfico que se doblan por efecto del peso de las pegatinas puestas en ellas. Pero por muchos coches que haya en la carretera, por mucho que las carreteras, hasta que no hubo coches particulares no se empezaron a hacer poopulares, los coches no son la carretera. Ergo la Internet no es la web, y a ti te encontré en la calle.
Pero vayamos por otro lado. Cuando enciendes el ordenador (lo que todo el mundo no hace; hay gente que encendió el ordenador una vez y no lo apagó hasta que tuvo que reinstalar Windows, pero bueno, vamos a suponer que lo haces) se conecta a Internet a través del router ADSL o chisme que uses para conectarte a Internet. Ya está en Internet. Puedes bajarte el correo con tu programa que uses para ello (que espero que sea libre, como e Thunderbird, pero no el Evolution, que ha perdido mucho). Puedes poner a un pequeño jumento que milagrosamente deposita en tu ordenador todos los estrenos cinematográficos, o puedes comenzar a chatear con una perita agrónoma cuarentona de Mondoñedo que tiene como nick TiburcioElBombero83. Y todo ello puedes hacerlo porque ya estás en Internet, una red que incluye todos esos servicios (y algunos más). Pero hasta que abres la web para saber el estado de los pantanos en tu cuenca hidrográfica, cosa que desgraciadamente no se puede consultar de otra forma, no estás en, ni estás usando, la web.
Espero que quede claro, o me obligaréis a explicarlo en Youtube con marionetas.
Etiquetas: piyayismos, explicaciones mañaneras, hoy me he levantado demasiado temprano y ya explicaré por qué