2011-09-22 17:41
Lo que es mentira, todo. No se puede estar en Perú, porque, en sentido estricto, tendría que haber estado en
todo Perú, y no lo he hecho. Ni siquiera he estado en el
Machu Picchu, que es lo que te pregunta la mayoría de la gente. Para haceros una idea, es como si a alguien que venga a Madrid le preguntan si ha estado en Santiago de Compostela, o quizás en Lanzarote. De la misma forma, la mayoría de los que van a Perú toman Lima como una etapa molesta, pero irremediable, de su viaje a lo único que les interesa: unas ruinas que los incas enterraron para que no fueran profanadas por los voraces españoles, hasta que un tal
Hiran Bingham descubrió y consiguó ser portada en el National Geographic.
Tampoco estos han estado en Perú, claro. Generalizando, nadie que haya estado en algún sitio puede decir que ha estado en ese sitio, porque los sitios son diversos y variados. Aunque algunos se parecen: como tras el Big Bang todo el universo se parece, Estados Unidos tiene una uniformidad cultural considerable.
Nueva Orleáns, con todo su Katrina y su Tremé, es un 95% parecida a Atlanta y a St. Paul, Minnesota. Perú, sin embargo, se parece poco a si mismo. Pequeños viajes en el espacio de un punto a otro representan también viajes en el tiempo, pero es el que espacio en sí también es
también es excesivo; Lima apenas puede contener a sus entre 8 y 10 millones de habitantes, y la economía ultraliberal garantiza que haya grandes desigualdades, y que entre Larcomar y
Lima centro haya un mundo o más; en un sitio venden Rayban y en el otro arreglan gafas estropeadas para que duren años más; en
Miraflores venden Samsonites mientras que en un bordillo en muchas calles te arreglan maletas de cualquier estado y condición.
Así que no he estado en Perú. Pero sí he estado en muchos sitios de Lima, me he apretujado en el metropolitano y en un tico, he intentado ir a
Mistura y me he reunido con
la blogosfera peruana. Pero de eso hablaremos en otra historia.
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