2011-10-08 09:38
Este
libro continúa, tras cuatro años, la serie del
eterno brigada Bevilacqua y la ascendente Chamorro, que, por alguna razón ignota, no se ha merecido artículo en la wikipedia. Los dos, y el
becario Arnau, tratan de esclarecer el asesinato, aparente ajusticiamiento, de una persona en la periferia de Madrid, una persona con antecedentes pero con lecturas interesantes y una filosofía de la vida aún más interesante.
La novela se estructura como un
police procedural, género tan poco común en España que ni siquiera tiene artículo en la Wikipedia. En estas novelas se trata de seguir lo más fielmente posible los procedimientos policiales (o picoletos en este caso, pero da lo mismo) de forma que el hallar al asesino, o encontrar la motivación del mismo, se colocan en el mismo plano que el encontrar todas las pruebas necesarias para colocarlo ante la justicia y que le metan un buen paquete. Y el hecho de que se estructure de esta forma tiene su causa en la misma novela: Bevilacqua, Vila para los que se lían con su apellido, acaba de salir de un revés judicial y quiere redimir tanto su relación con la sociedad llevando al trullo a quien se lo merece como con la justicia, logrando que funcione como debe apartando de las calles a quienes son más malos que los hermanos Malasombra (que son malos de verdad, no como otros).
Esa relación con la justicia es precisamente el
leit motiv de la novela; en sus personajes se muestra como, quien la conoce bien, sabe perfectamente qué tiene que hacer para conseguir una condena del contrario, sea o no culpable, o especialmente si no lo es. Lo que sale especialmente mal parado de aquí es la ley de violencia de género, usada en ocasiones para conseguir ventajas judiciales o económicas. En una escena memorable en un juzgado, una juez la coloca en el banquillo de los acusados y la declara culpable convicta y confesa.
En resumen, un trabajo interesante y absorbente, que me ha llevado a leerlo de pie agarrado en barras de autobús, en cunetas de carreteras (por cierto, si ven a alguien leyendo en una cuneta de carreteras no le piten, que se llevará un susto de muerte) y a ratos perdidos. Para mi no es mejor que
El Alquimista Impaciente, pero aún así, es una novela madura y precisa que merece la pena leer. Por cierto, otro préstamo más que agradecer a
Anónima.
Etiquetas: silva, picoletos, policiales