2011-12-17 08:13
Lorenzo Silva contó recientemente
en una entrada de su blog su batalla contra una persona que había subido, sin permiso, uno de sus libros. La batalla se saldó, eventualmente, con una victoria porque la persona que lo subió decidió retirarlo.
Pero me interesa más, en general, la discusión y los comentarios, donde Lorenzo Silva argumenta muy bien por qué le asiste la razón y por qué a la persona que pone a disposición de otros una obra protegida por derechos de autor se le puede llamar simplemente
ladrón. Todo esto encaja también con una charla que escuché recientemente en mi facultad, dada por un capitán de la Guardia Civil experto en delitos informáticos, que dice que descargar contenidos es un ilícito.
Con las mismas, nos enteramos que
la SGAE y el miniserio de Cultura también descargan y que, en general, todo el mundo lo hace. Pero ¿cómo puede ser esto? Todo el país cometiendo un delito impunemente, ¡y no pasa nada!
El mismo Lorenzo Silva lo dice en su entrada:
En resumen, que el titular de propiedad intelectual está indefenso, y cuando lo plantea, se le dice que es que es imposible protegerle. Seguramente porque su propiedad no es de las que sí valen y sí se protegen, pase lo que pase y cueste lo que cueste.
No se trata de que la propiedad intelectual no valga ni se pueda proteger. Se trata de que, eventualmente, tanto la propiedad intelectual como los derechos de autor son un artefacto que
se creó cuando el número de imprentas era finito y fácil de controlar, tanto los términos exactos, como su duración, están sujetos a leyes y cambian de un sitio a otro. Pero, en todo caso, no son algo "natural" como quien tiene un coche o un terreno: sólo lo puede "tener" una persona, porque su existencia física no se puede duplicar.
Con las mismas, y en la práctica, el estado hoy en día está renunciando a proteger los derechos de autor. Como comenta también
Lorenzo Silva:
...Siempre se puede emprender una acción civil por el perjuicio causado por la vulneración del derecho de propiedad intelectual. No es difícil que esa acción prospere (dudosamente es privada la copia, por lo que su ilegitimidad civil es manifiesta). Pero el proceso, entre instancia y recursos, llevará varios años, aparte de unas costas (abogado, procurador, etc.) que superarán con mucho los 300 euros y que cabe presumir que Mezki y sus cómplices nunca abonarán
En algunos lugares lo intenta: la
ley Hadopi en Francia, por ejemplo. Pero no hace falta Internet para copiar: un disco de un terabyte en la mochila permite que en una mañana toda una empresa o clase tenga temporadas enteras de una serie o todas las pelis estrenadas en un año.
El estado y las leyes dan, el estado y las leyes también pueden suprimir esos derechos. Pero es impopular, así que se limitan, simplemente, a no perseguirlo. Lo que, efectivamente, convierte esto en una selva donde se pueden librar pequeñas batallas y vencerlas. Pero la guerra, definitivamente, está perdida.
Una vez perdida, por supuesto, hay que vivir con ello. Pero eso será en otra historia.