2011-12-24 17:33
Esto va camino de convertirse en una serie. Empezamos con
lo difícil que es ponerle puertas al campo y seguimos con el
el síndrome de Bartleby-Sparrow (Jack, por supuesto) a cuento de que
la escritora Lucía Etxebarría dejaba la literatura.
Al parecer, nunca se le ha oído quejarse de que sus libros se presten, se lean en bibliotecas o, una vez consumidos (o no) se lleven a una librería de segunda mano para recuperar una parte de su valor. O se vendan en
eBay a 1.99 € todas las veces que uno desee. Imagino que habría sido un poco ridículo, después de una visita a una biblioteca municipal y la comprobación de que uno de sus libros está en préstamo, decir
Los paisanos de este pueblo se están aprovechando de mi trabajo, pidiendo prestado mi libro sin que yo vea un duro. Sé de buena tinta, además, que una vez prestado ¡lo leen varios de la misma familia! Intolerable. Dejaré de escribir.
Porque al final, el nombre de las cosas es importante. Una
copia es ilegal, porque el derecho a copia de lo reservan los autores (con editores, según el caso). Una lectura, no lo es. De hecho, supone que ha sido escrito y puesto a la venta por ello. Puedes leer un libro infinitas veces, pasarlo de mano en mano, dejarlo para bookcrossing, ¡hasta puede cogerlo un desconocido! Ninguno de esos actos supone el más mínimo beneficio para el autor ni editor. Entre otras cosas, porque no se puede evitar. Un libro es un libro y puedes hacer lo que te dé la gana con él.
Pero un libro electrónico, aparentemente, no lo es. Tienes que mantenerlo encerradito y a buen recaudo, en algunos casos sin tener siquiera derecho a prestarlo. No puedes copiarlo a tu familia o dejarlo en un servidor para que el que pase por ahí lo pueda copiar y leerlo. ¿Por qué?
Vale, el fichero lo puedes copiar todas las veces que te dé la gana y el libro, bueno, es un sólo libro. Pero por mucho que se copie, no se puede leer de forma infinita. En la práctica, un fichero puede tener más difusión que las copias físicas. Un libro lo pueden leer 10, 100 personas y un solo fichero se puede copiar todas las veces que le dé a uno la gana. Pero en la práctica, de los que lo copien, lo leerán sólo unos cuantos, con lo que, realmente, tampoco hay tanta diferencia. En la práctica, también, leer un libro físico gratis es bastante fácil. Biblioteca, colegas, o lo buscas de segunda mano. Si no es un bestseller es posible que no lo encuentres, pero es que tampoco alguien se va a tomar la molestia de hacer un torrent y ponerlo por ahí.
En la práctica, igual que no es posible evitar que un libro se preste aunque se parezca terriblemente a infringir el derecho a copia,
es prácticamente imposible proteger el derecho a la copia de los autores. Es jodido, pero es así. Como dice
Javi de Ríos el que suceda así no debería ser un problema, sino un reto a superar y a aprovechar desde las editoriales y los propios autores. Así que el espíritu es
Vale, copian mis libros. Ya lo superaré.