2012-08-07 18:17
Si eres aficionado a escribir, las vacaciones son una buena ocasión para hacerlo, donde buena en este caso significa
única.
Escribir tampoco es difícil. Es poner una palabra detrás de otra. Empiezas a darle vueltas a la cabeza buscando personajes, un tema, una voz, una trama. Y luego empiezas a poner una palabra detrás de otra. Si tienes Twitter, es como el Twitter. Pero multiplicado por aproximadamente dos mil. ¿Te cuesta trabajo el Twitter? Pues la novela tampoco (multiplicado por dos mil).
Se establece una rutina, un objetivo diario. Tres mil palabras, por ejemplo. ¿Cuánto son tres mil palabras? A una media de 8 caracteres por palabra, 24000 caracteres, 24 KBytes de nada. O unos 180 tuits. Lo dicho, nada. ¿Cuanto tiempo estás de vacaciones? Multiplica, y tienes las cuarenta y cinco mil palabras que forman una novela. A partir de ahí, la fama y la gloria están sólo a unos pasos.
Pero como dicen los militares, los planes duran exactamente hasta que comienza la batalla. Las vacaciones son, pese a los
ritmos, un período notablemente anárquico y desestructurado. No es que no haya ritmos, sino que muchos de ellos no duran más de un día. Un día escribes 800 palabras. Otro día mil doscientas. Ningún día tres mil.
Porque escribir también requiere una cierta concentración, aparte del tiempo. Necesitas poder enchufar el portátil sin despertar a algún familiar que se encuentre durmiendo la siesta del borrego, la del burro, o continuando el descanso nocturno del día anterior. La batería del portátil siempre cargado, pues.
Como el juego de la vida, también requiere que haya una cantidad determinada de gente alrededor. Preferiblemente ninguna, pero en las vacaciones low-cost tal cosa es prácticamente imposible. La presencia de alguien siempre es evidente. Los niños lloran, los parientes fuman y siempre hay alguien que se acerca por detrás de forma subrepticia y te pregunta si va a haber mucho sexo en tu novela.
-Es de marcianos.
-¿Sin marcianas?
-¿Y sin marcianitos?
Y ya te tienes a ti mismo, después de haber escrito exactamente dos mil trescientas veinticinco palabras, pensando cómo explicarle a la familia, que son de tu sangre, cojones, los entresijos de la civilización espacial basada en la telepatía y el consumo alucinógeno de las pipas de girasol, lo que provoca una invasión de la Tierra de la que sólo se pueden librar los terráqueos cuando inyectan a los girasoles con el suero de la inteligencia y deciden luchar pétalo con hombro junto a los humanos contra el invasor.
Mira, ahí tienes la mancheta. Si es que te quejas de vicio. Todos los escritores sois unos sobraos. Anda y vete al super a comprar cerveza, hombre, que estamos más secos que la mojama. Huy, también mojama.
¿Qué mejor ocasión para escribir, pues, que las vacaciones? Ninguna, sin duda.