2012-08-11 14:36
Portugal es un país a los que los españoles nos encanta ignorar. O más bien habría que decir que ignoramos que lo ignoramos. Con Mourinho, Cristiano y aquellos con tendencias gastronómicas, un poco de bacalhau vamos que tiramos.
Pero es un país que está al lado. Queramos o no, dependemos de él; un trocito muy pequeño, o quizás no tanto, de la crisis actual, se debe a la crisis que Portugal arrastra desde hace una década. Y también es un país que, queramos o no, se parece bastante a España: sin recursos naturales, con una economía industrial en declive y un sector servicios, principalmente turísticos, que se lleva la mayor parte del PIB.
Por eso habría que mirarlo de vez en cuando, porque aunque en un primer vistazo parezca que está en nuestro pasado (igual cinco años, diez en algunos sitios), en otros parece que miremos a lo que nos espera.
Vamos a entrar en Portugal cruzando el Guadiana. La autovía "Infante de Sagres", que nos llevaba por todo el sur hasta Lisboa, ahora es de pago. Al parecer lo es sólo para los extranjeros, es decir, los españoles, no los finlandeses, porque la indicación de la autovía indica "Peaje a 150 metros para turismos extranjeros". Quién se pare en ese peaje no lo tengo claro. Es posible que efectivamente sean los finlandeses, porque los coches españoles seguimos alegremente buscando las playas o las compras o la cocina algarvina.
Pero las playas también son diferentes. Por ejemplo, Praia Verde, a unos kilómetros de la frontera, prácticamente la primera desde que se entra. Son, a la vez más y menos que las españolas. Parte de la playa se puede reservar por parte de un hotel, y nadie puede colocar su sombrilla ahí. Creo que en España hace unos cuantos años que ya no sucede eso. Las duchas, que antes eran gratis, ahora son pocas y de pago. Siendo pocas, igual es mejor hacerlas de pago, para que así no se formen colas. Pero cincuenta céntimos no dan para mucho. Y si además una de las duchas de pago no funciona, el personal va subiendo con una constra de sal considerable que se podría usar más adelante, previo filtrado, para aderezar el bacalhau. La playa estaba llena, eso sí, pero junto a bañistas (muchos de ellos españoles) unos cuantos
se ganaban la vida buscando coquinas. En el lado español está prohibido salvo que estés autorizado. De hecho, a los únicos que se ve buscando por las playas españolas es a los de los
detectores de metales.
Finalmente, la comida. Portugal siempre había sido sinónimo de almuerzos baratos (y antes, je, de gasolina barata). Ahora no lo es ni lo uno ni lo otro. La comida tiene el 23% de IVA, con lo que de lo que le pagas a los muy simpáticos camareros portugueses va, casi en una cuarta parte, para cubrir la deuda soberana portuguesa. ¿Cómo estaban los cuatro chiringuitos? Llenos, claro. A reventar. Con lo que deduzco que la Hacienda portuguesa debe estarse frotando las manos con todo lo que nos dejamos los manirrotos españoles. Y los finlandeses que pagan el peaje. En las duchas, por cierto, no decía nada de IVA. ¿No estaremos alimentando la economía sumergida?