Atalaya: desde la tela de araña

2012-08-14 18:42 La impedimenta (que es masculino plural, creo) es el equipaje de un ejército que va a la batalla. Como las vacaciones también son una batalla, entre otras cosas contra el aplatanamiento, apliquémoslo también al equipaje que se lleva en vacaciones.
El término, además, es preciso. Porque es una masa de cosas que impide cerrar la maleta, posteriormente el portaequipajes del coche, y, una vez instalados en el destino definitivo, impide que uno se mueva en línea recta en ninguna dirección, porque los apartamentos vacacionales no son precisamente un prodigio de espacio de almacenamiento. Es como llevarte un disco duro entero y querer meterlo en un pendrive.
Pero lo que impide, sobre todo, es tomar la decisión de dejar cosas que son no sólo inútiles, sino antiestéticas. Unas vacaciones científicas deberían empezar por una solución óptima del problema de la mochila, con modelos en 3D de todo, pesos, y estimación precisa de cuánto se va a usar la susodicha cosa. Un algoritmo voraz eliminaría inmediatamente todo aquello cuyo uso tienda a cero, informado por la experiencia y el sentido común (y en ausencia de los miembros de la familia de menor edad). Desgraciadamente, rara vez se hace y acabas cargando las aletas de bucear, las tablas de surf de gomaespuma, la silla de playa, la otra silla de playa, la sombrilla, la cometa, las pistolas Nerf, el cubo de dinosaurios, y el cubo de animales que no son dinosaurios y, por supuesto, casi toda la capacidad computacional de la casa, por si acaso hubiera que calcular para la vuelta el susodicho problema de la mochila usando un algoritmo paralelo.
Todas esas cosas acaban campando por donde suelen campar: por el suelo. Son como los restos del naufragio: son llevados por las corrientes de patadas o tropezones por la casa, y acaban en la terraza, que eso sí suelen tener los lugares de vacaciones, terraza con vistas a otras terrazas y a veces al mar, allí a lo lejos.
La cuestión computacional no es baladí, porque a la vuelta hay, si cabe, más impedimenta que a la idea. Esos irresistibles mercadillos, esa colección de conchas, piedras y restos diversos que quieren ver mundo antes de ser arrojados a la basura en algún contenedor del interior, ese queso del lugar que puedes comprar más barato en el Corte Inglés, pero que seguro que no sabe lo mismo que el que hayas comprado en el terreno... todo eso y mucho más contribuyen a convertir en falso aquello de "Lo que no cabe es lo que no se mete". Generalmente, lo que no cabe es lo que no cabe. Y ampliando la capacidad del coche a regazos, pies, y dejando la rueda de repuesto de recuerdo en algún sitio, al final siempre hay algo que acaba cabiendo. Lo que provoca que, al año siguiente, cuando quieras dejar atrás, por lo menos, los patines, te vuelvan a contestar. "Lo que no cabe es lo que no se mete".
Por lo menos la impedimenta, de un año al siguiente, varía. Que los chismes también tienen su corazoncito y tienen derecho a ver mundo, qué narices.