2012-08-19 13:03
La pretensión de
Tom Wolfe es escribir la gran novela americana. Lo intentó con
La Hoguera de las Vanidades, y no suficientemente contento con el resultado (o con la actuación de Melanie Griffith en la peli), se descolgó con
esta, un tomo que nada tiene que envidiarle a
Juego de Tronos salvo la falta de secuelas.
Aparte del tamaño, esta novela tiene la ambición de tratar casi todos los temas que afectan al imaginario moral americano: raza, nacimiento, clase, el dinero, la política, todo situado en Atlanta, ciudad sureña por antonomasia, donde nos encontramos, para empezar, al magnate Charlie Croker cazando perdices. Perdices que no se comerán ni serán felices, porque tras presentar ese friso bucólico, Charlie Croker con su joven (segunda) esposa Serena, sus amigos de la clase alta de Atlanta, su "ayuda" de color (negro) y amigos y acoplados diversos, se empieza a desmoronar su universo: se ha embarcado en una serie de negocios ruinosos, especialmente Croker Concourse, una urbanización situada a cierta distancia de Atlanta que nadie se molesta en alquilar. El banco salta a su cuello, lo humilla, y pasa revista a lo que realmente ha hecho con el dinero prestado, unos 500 millones, como si de una autonomía española se tratara.
Y ahí está la universalidad de la novela, y lo que realmente hace que te envuelva. Charlie Croker es un presidente autonómico que, tras años y años de usar el dinero traspasado por el estado para sus propios intereses, comprar aviones privados, grandes coches, todo a nombre de la autonomía, no el propio, pero usufructuados por la ocupación continuada de su poltrona, de repente es llamado a capítulo por el estado y le dice "¿Qué has hecho con nuestro dinero? ¿Lo has usado para ti y tus amigos, para tu propio beneficio? ¿O has hecho más dinero para tu pueblo, ha avanzado?" Pues no, no ha hecho nada de eso. Ha usado el avión para irse a cazar perdices o llegar a tiempo a un mitin o una corrida.
"¡Tienes que reducir gastos!" Clama el estado. Para él, eso no significa alquilar el avión, o venderlo, dejar de usar coches caros, ni vender alguna de las tres mansiones en las que alterna invierno y verano. No. Decide bajar el sueldo a sus funcionarios.
Eso es lo que hace Charlie Croker, aunque en un sitio donde se puede despedir con más alegría echa directamente al 15% de la plantilla de una de sus empresas. Uno de sus empleados, Conrad Hensley, se encuentra en la calle y con problemas bastante más grandes que no voy a revelar por no espoilear más de la cuenta.
Las metáforas es lo que hacen a esta novela universal. Las soluciones a los dilemas, la aparición de la filosofía estoica, los personajes reconocibles (a pesar de la considerable distancia cultural y económica entre aquello y este lado del charco) hacen que uno encuentre vecinos y conocidos en casi cada personaje.
La novela no está exenta de defectos. Tardó 11 años en escribirla, y desde el año 85 al 96 pasaron muchísimas cosas, empezando por la web. Apenas hay móviles, nadie manda un correo electrónico, y sólo muy tardíamente aparecen páginas web, aunque son esenciales para el desarrollo de la trama. También se ha encontrado algún error más, como la referencia al "alfabeto vietnamita", que es este mismo en el que estáis leyendo estas palabras. Pero el detalle en la ambientación, el vestido, cómo se sienten los diferentes protagonistas, en qué cambian a lo largo de la novela, la hace para mi, de nuevo, una gran novela. Por lo tanto, aconsejable.