2012-09-20 08:13
Seguimos con la serie de
Camilleri, con sus mujeres fatales, policías incompetentes, jefes corruptos, reporteros inquisitivos y pimientos rellenos de ricota, en este caso todos alrededor de una mujer hallada muerta por casualidad y por el propio Montalbano. También encuentra un violín y la voz del violín es la que, eventualmente, le da la clave para resolver un crimen en el que la víctima lo es por partida doble, o incluso triple.
Camilleri es hábil en dar la vuelta a los estereotipos; casi todos los personajes secundarios se comportan como cabe esperar de ellos, pero Montalbano logra usarlos para el esclarecimiento del crimen, en una especie de zen mediterráneo en el que todo, o casi todo, ayuda para restablecer la justicia. Rara vez se trata de justicia terrena: casi siempre es la justicia divina, actuando por mano de los hombres o de los propios asesinos, el que acaba restableciendo el equilibrio.
Como
contorni aparece la historia de la posible adopción por parte de Montalbano y Livia de un niño y lo que eso puede acabar significando en su relación. Se engrana bien con el resto de la trama y seguramente dará lugar a una resolución. Pero en el siguiente capítulo.