2012-09-27 07:46
Siguiendo por la
misma linde bajamos un poco de temperatura y nos vamos del fresquito polar directamente a la hipotermina como causa de muerte. Aunque no de la muerte principal de este libro, la de una mujer suicidada, perdón, que se ha suicidado pero que al detective Erlendur le huele a muerto, perdón, a chamusquina. Que no es que no quisiera morirse, que sí. Que no es que no estuviera ahorcada con todas las de la ley, que sí. Que no es que la policía o el juez de guardia le dijeran que tuviera que investigar, que no se lo habían dicho. Pero es que le entró un regomello y cuando a un detective le entra regomello, sea de Islandia o de Texas, tiene que investigarlo hasta llegar al final. Y no sólo eso: se acuerda de una desaparición de un joven acaecida unos cuantos lustros atrás y también se pone a investigarla, por el mismo regomello que le da que venga el padre del pobre muchacho y le diga que va a morirse sin saber qué le ha sucedido al mismo.
Y como continuación de la
saga, Erlendur trata de reconciliarse con la desaparición de su hermano, también muchos años atrás, en una ventisca de la que él escapó.
En este libro, el ritmo mejora con respecto al
anterior. No es que salte vertiginosamente como la prima de riesgo. Simplemente aumenta uno o dos puntos, aunque las entrevistas siguen siendo iterativas, acabamos sabiendo lo mismos por dos o tres fuentes diferentes y a veces sería deseable que espabilaran un poco más. Quizás sea parte de la pretensión de Erlendur de llegar al alma de la víctima y de los asesinos. Más que una investigación, es una deconstrucción de las personalidades de todo el mundo relacionado con el crimen donde no se termina hasta que se ponen todos los puntos sobre todas las íes. El resultado, como digo, mejora algo, sobre todo porque vamos teniendo información sobre lo sucedido durante todo el libro, no en el último quinto. Por lo tanto, interesante para abarcar la serie, pero también por sí mismo. Recomendable.