2013-06-16 11:28
Endeluego, a estas alturas del año y todavía voy por el libro número (primo) 17. No puede ser. El año pasado a estas alturas iba ya por...
el número 17, pero es que tenía la excusa de haberme leído los tochos de
Juego de Tronos. Este año, ni eso. Habrá que recuperar más adelante. Eso, y cambiar de autor, porque este es el tercero de la serie que me leo, cronológicamente posterior a
Hielo Negro, todavía no le ha dado tiempo a Harry Bosch ni de cambiar de novia.
Pero si de meterse en otros líos: la familia de un (presunto) asesino en serie lo acusa de (presuntamente) habérselo cargado sin motivo y lo lleva a juicio civil. En los primeros días del juicio, aparece un nuevo cuerpo, una rubia enterrada en cemento tal como reza el título y va quedando claro que el psicópata (presunto) muerto no ha podido ser el asesino, más que nada porque el (presunto) asesino mandó una nota a Bosch el mismo día del juicio y los muertos no-zombies (y los zombies, si me apuras, tampoco) no son muy duchos en componer poemas, escribirlos y mandarlos a policías.
Por supuesto, la parte acusadora trata de usar tal asesinato para probar que el asesino no era tal, sino un señor que tenía un meublé secreto con cosméticos de mujer (los mismos que habían usado con las mujeres asesinadas) y todo el vello del cuerpo afeitado para no dejar pruebas simplemente porque estéticamente le molaba mucho y la brasileña se le quedaba corta. De hecho, prueban que el muerto tenía coartada, fíjese usted qué casualidad, el día de uno de los asesinatos, con lo que era imposible que él lo hubiera cometido.
El lector avezado ya habrá imaginado qué es lo que ocurre y yo no voy a aguar la fiesta (que en inglés se dice espoilear), pero la historia es, como ya a estas alturas me resulta habitual, una de corrupción e incompetencia policial, de seguir los procedimientos de aquella manera y finalmente encontrar al malo o malos, por golpes de suerte combinados con la fina intuicion policial de Bosch.
En resumen, que no decepciona absolutamente nada y que merece la pena leer lo que caiga en tus manos de Connelly y Bosch.