2013-08-07 22:56
Si no es la
desconexión, lo que caracteriza el veraneo es la ruptura de la rutina. El ritmo 5 + 2 se ve destruido a las manos del ocio y se pasa a una arritmia total con ciertas actividades fijas, pero que en principio pueden suceder en una banda amplia del día.
Porque no sólo se hacen cosas diferentes todos los días. Unos días se sale, otros días se queda uno. Unos días se come en el apartamento, otros días en el chiringuito, otro día hace un bocata en la playa, otro día no. Un día carne, otro pescado, otro ensalada.
Y tampoco se repite sitio, salvo de un año al siguiente. Se exploran los alrededores para buscar el sitio donde esté el mejor atún, la mejor carne, el mejor pescaito frito. Se va probando, uno por uno, donde esté el mejor choco.
Hasta los ritmos de sueño cambian. Las siestas acaban a las 8 de la tarde y el sueño empieza a las dos o las tres. No sólo eso, sino que va cambiando día a día hasta que uno no acaba de tener claro si está durmiendo la siesta y en tal caso si se trata de la
siesta del borrego, que, por cierto, aconsejo vivamente a quien pueda buenamente permitírsela.
Todo esto en espacio de la primera semana de vacaciones. La segunda semana se empieza a establecer un remedo de sociorritmo que, cuando finalmente ocurre, llega tarde porque es la hora de volver. Mientras tanto, el único ritmo es
el ritmo de la playa.