2013-08-11 00:55
En verano es mucho más fácil saber de quién es cada uno. La carencia de indumentaria provoca que lleves en la mano la manzanita o el símbolo de HTC o Samsung o el que sea, con lo que se ve si eres de uno o de otro. Las toallas muestras tus verdaderos colores: Marvel o DC, Barça o Madrid, JB o Cruzcampo.
Pero es que la cosa no queda ahí. Para la playa, piscina y en ocasiones para el paseíto del helado vespertino, la gente lleva los colores que no se atreve a llevar en otras ocasiones. Todas las generaciones de las camisetas de todos los equipos están presentes, y ahí ves desde quien fue una gloria del fútbol patrio hace unos años (ese 10 de Raúl en una camiseta negra del Madrid) hasta por supuesto cuál va a ser la estrella emergente o decepcionante del año que viene (en unos días veremos, seguro, si es necesario, la camiseta de Bale). Por ver he visto desde camisetas del Chivas Guadalajara hasta una segunda camiseta del Paris Saint Germain, y todo eso en el espacio de unos cientos de metros.
No le encuentro otra explicación que el que la gente puede ponerse aquí lo que no le dejan ponerse el resto del año. Ese fondo de armario que se guarda al final del verano para no resurgir hasta el verano siguiente. En cuyo momento, claro está, estará obsoleto por la mudanza del jugador, la pérdida de la liga una vez más del equipo preferido o el cambio inexorable de las equipaciones.
También puede ser que la gente quiera mostrar, porque puede, las señas de identidad que no puede mostrar el resto del año atado por las convenciones sociales: el trabajo, el qué dirán... El verano, al final, nos da la libertad de mostrar, de verdad, como somos a base de lucir una u otra toalla.
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