2013-08-12 10:27
La ciencia ficción no sólo ha aportado al acervo cultural mundial la conquista de la luna y las mochilas-cohete. También algo tan prosaico como las
trampas turísticas, mencionadas por primera vez en Mercaderes del espacio (una gran novela, por otro lado) en el año 1952.
No creo que haga falta definirlas: se trata de ocupadores de horas muertas sin más trascendencia histórica o cultural que el hecho de que permite entretener a un grupo de gente de edad variable, pero de media relativamente baja, durante unas horas. Las trampas turísticas surgen en zonas turísticas y van desde entretenimiento con animalitos (esos parques de loros) o plantas (jardines tropicales), cosas en movimiento (el inefable trenecito con música) o cualquier otro tipo de cosa (parques acuáticos, paseos urbanos, cursos de pádel).
La explicación de la existencia de estos sitios es relativamente simple: al final, el ciclo dormir-comer-beber-tostarse acaba convirtiéndose en tedioso para las mentes más despiertas (casi todas, de hecho, fuera de la franja en las que las edades empiezan por
dieci) por lo que hay que buscar alternativas de ocio para el adulto o para el niño y la niña.
Ojo, que no están mal y animan a la economía. Así que espero que duren muchos años y qua la inventiva patria no pare de darnos nuevas sorpresas.