2013-08-21 13:36
Cuando hablamos de un
tocho de 1230 páginas. el concepto de libro se queda corto para describirlo. La cantidad de horas que le has dedicado es superior a la que podrías dedicarle a un animal doméstico si lo tuvieras o a algunos miembros de la familia. Como un amigo, te acompaña en tus momentos de relax y en los que tienes que hacer más esfuerzo. Va y viene y en su piel y sus lomos se van reflejando los sitios por los que ha pasado, tomando sal, arena, manchas con alto contenido de cafeína y, posiblemente, burbujas de cerveza y sal de los frutos secos que lo han rodeado en un momento u otro.
El hecho de que lo haya terminado ya está diciendo que el esfuerzo ha merecido la pena. Además, no fue otro sino yo mismo el que elegí leerme el tocho. Así que a nadie más se le puede declarar culpable de haber pedido como rescate todas esas horas de mi tiempo.
El libro, como
segundo de la serie, entra en plena faena, con una cantidad de personajes que podría formar los dos equipos de un partido de rugby. Quizás tendría que haberme leído antes
La Estrella de Pandora, pero fue este el que me encontré de saldo, así que es lo que hay. La novela tiene lugar en un entorno llamado la Commonwealth, lo que ya te da una idea de lo inglesa que es la novela. El vocabulario, la forma de comportarse, el estilo, es steampunk pasado por el filtro de la
space opera o viceversa, pero esa es un poco la idea: un imperio formado por muchos planetas, gobernado por una presidenta y un senado nombrado por las grandes
familias (como la cámara de los Lores británica) y unos terroristas llamados
Guardianes de la mismidad (porque a ver cómo traduces tú
selfhood) que se dedican, aparte de algún que otro robo de agujero negro, a tratar de convencer a la gente de que existe un extraterrestre malo malísimo llamado
Starflyer que controla a terrícolas y los hace hacer cosa malas, como, por ejemplo, denunciar la traición de la presidente Elizabeth Doi. Así empieza la novela, con otros extraterrestres, los
Prime, habiendo invadido parte de la Commonwealth y amenazando con invadir otro cacho. Y entre todos esos follones una locutora y antigua estrella porno, Mellanie Rescorai, es reclutada por la SI (que después de un rato averigué que no era otro extraterrestre amo de títeres, sino una
inteligencia sentiente) para tratar de evitar la invasión de los extraterrestres, encontrar al Starflyer y averiguar qué tienen que ver los unos con el otro.
Con todas estas mimbres, es una novela con tintes de ci-fi dura, sobre todo cuando habla de la biología y geología de los planetas, la parte mágica que cabe esperar de una buena space opera (ya sabéis, la magia de los campus de fuerza que aguantan justo lo que tienen que aguantar y los láseres y máseres que aciertan cuando tienen que acertar) y unas excelentes
set pieces en las que consiguen combinar todas las subtramas.
Los personajes, por otro lado, tienen su gracia y logra diferenciarlos lo suficiente en actitud, situación y conversación como para que no resulten anodinos. Uno acaba tomándole cariño a los principales (que son un par de docenas) e incluso a secundarios como Tiger Pansy u Orion que aparecen sólo en unos cuantos capítulos. Y el ambiente es creíble y bien construido, haciendo un esfuerzo por
colorear y diferenciar planetas aunque aparezcan sólo brevemente.
Tanta descripción, a veces, se contrapone a la acción y resulta un tanto aburrida, sobre todo al final donde la descripción minuciosa de la geología de Far Away resulta algo estomagante cuando lo que quieres es, bueno, que ocurra el final que no voy a estropear.
En resumen: que es una novela que se lee bien, incluso aunque no te hayas leído la primera parte, que, con un grado similar de tochez, tendrá que esperar a las siguientes vacaciones.