2013-12-29 13:00
Este libro trata de poetas que son capaces de controlar a otras personas con la palabra. ¿De qué me suena? Efectivamente,
La Dama Número 13 de Somoza. La idea es la misma y el punto de partida también: las palabras sirven para controlar a las personas, y hay un número de ellas, los
poetas, que son capaces de controlarlos para
programar a las personas. ¿Te lo crees? Yo tampoco. Ese es el principal problema de la novela. A partir de una premisa que pretende ser científica, con cientos de justificaciones, se llega a todo tipo de conclusiones que tienen más que ver con la fantasía que con otra cosa, por lo que no merece ni la pena hablar de programación neurolingüística ni sinapsis ni nada de eso. Las palabras son hechizos, los poetas brujos y la escuela donde les enseñan una especie de Hogwarts.
Después de cargarme la premisa de la novela, hablar bien de ella puede ser superfluo. Pero la verdad es que, a pesar de lo trillado de la historia de Emily Ruff, que es recogida de la calle, llevada al club de los poetas muertos, perdón, poderosos, a aprender el arte de la persuasión y allí sufre una serie de reveses que cambian su vida, la novela resulta entretenida, sobre todo por la cantidad de giros. A ello contribuye la manera de narrar: un hilo se sitúa en el presente, donde Tom ha secuestrado a Wil, una persona de la que sólo sabemos que tiene algo especial, y otro en el pasado, donde vamos conociendo la historia de Emily, su aprendizaje, y su evolución personal. En un hilo vamos encontrando justificación de lo que sucede en el otro y conociendo las motivaciones de los personajes y en el otro suceden suficientes cosas como para mantener el interés.
Eso sí, los capítulos finales parece que se han extendido más de la cuenta y el final es decepcionante.
Igual que
Jennifer Government tenía referencias a Matt Ruff, aquí aparecen desde el primer momento: en el apellido de la protagonista, Emily. Entre capítulo y capítulo, por otro lado, se incluyen noticias (que ayudan algo) y discusiones en, aparentemente, foros, que no añaden demasiado y son, una vez más, superfluas. En resumen, unas tres estrellas que equilibran la cal y la arena.