2014-05-16 08:14
Este libro es de lo peor que he leído últimamente. Y mira que he leído cosas malas.
Disparos, una colección de relatos repleta de clichés y largos para aburrir, y
La absurda muerte de Ventura, que de puro mala es buena.
Pero el tipo peor de libros malos son los que pretenden ser buenos y acaban siendo un tostón por pura afectación y auto-referencia. Como este. Que me recomendó alguien o me recomendé yo mismo, por lo atractivo del planteamiento: el lenguaje de los niños se vuelve tóxico. Una metáfora inconmensurable y un planteamiento que se puede convertir en fantasía urbana o ciencia ficción, dependiendo de como se trate. No es ni lo uno ni lo otro. La metáfora se agota en los primeros compases del libro. Falta de comunicación con los hijos adolescentes, toxicidad de las palabras, bla, bla (¿lo veis? Se agotan las palabras. Qué posmo). A partir de ahí el libro es iterativo, repetitivo, autoreferencial, con un tinte de religión cabalística que, la verdad, se me escapa.
Lo peor es que está narrado en primera persona. Por un personaje para el que se supone que el lenguaje es tóxico. Dense cuenta del asunto. O es todo mentira, o no se le ha ocurrido otra cosa mejor al autor, habiendo narraciones en tercera persona perfectamente válidas. Ni es inventivo ni innova en la narración ni en el lenguaje, ni en nada. Aburrido hasta decir basta y empezar a leer una de cada tres páginas en llegando al final del mismo.. Mantenerse a distancia.