2014-07-26 18:30
En esta Atalaya somos
muy de Theroux desde que leí su primer libro hace más de diez años.
Theroux es el escritor de viajes por antonomasia, al menos el que yo daría primero cuando me preguntaran en el
Un, dos, tres. Al menos entre los vivos, aunque ahí están todavía Jan Morris y Colm Toibin (del que, por cierto, todavía no he leído nada). Es un escritor viajero a la antigua usanza: se plantea un reto y dedica una parte considerable de su vida a superarlo, meses, años enteros. Eso es lo que me ha gustado de sus libros: sus viajes son tanto experiencia vital, autobiografía, como retratos geográficos.
Todavía no le he perdonado lo del tren de Málaga a Granada, sin embargo, y este libro no lo acabo de encajar bien. Su planteamiento inicial era el contrario de
Dark Star Safari (que ha aparecido en el BloJJ, no sé por qué).
Una de las cosas que no encajo es el safari de lujo que se pega en medio de Botswana, porque ha sido invitado y tiene que hablar bien de la
lodge de su amigo. El resto es una reflexión extendida sobre
el problema africano y su posible solución (ninguna) y sobre el turismo morboso
de pobreza.
Su conclusión es desesperanzadora, no sólo para África sino para los que lo seguimos como escritor. Es posible que el
último en el título sea, realmente, el definitivo. Tampoco es decepcionante; Theroux no decepciona y siempre merece la pena leerlo, pero desde luego no sería el primero que recomendaría leer a quien no esté familiarizado con el autor.