2014-08-07 21:44
Paseando por la cuesta de Moyano y viendo libros de saldo me encontré con este, publicado junto con el ABC, al filo del cierre de los charnaques. Tamaño perfecto para bolsillo de pantalón (de los de bolsillos grandes) y tres euros, así que, ¿por qué no?
Empecé a leerlo en el metro, ese mismo día, adoptando la pose de viajero del metro clásica y analógica y terminé de leerlo, sí, cuando volvía de Nueva York, un rato antes de aterrizar en el aeropuerto de Málaga.
Es un libro que cuenta la experiencia del autor a lo largo de los años veinte y treinta. Un Nueva York de hace noventa años, pero, sin embargo, tan parecido al de hoy en día: apresurado, incansable, enculturado y enculturante y, sobre todo, muy americano.
Morand nos cuenta la historia de Nueva York desde que fue un asentamiento holandés hasta que se convirtió en una ciudad, sobre todo para explicar su forma, sus diferentes barrios y cómo se convirtió, por obra de Ellis Island, en la puerta de entrada y la batidora de todas las culturas al continente americano. Un libro de viajes, por tanto, de cuando se escribían y se leían libros de viajes con más frecuencia que el hecho físico de visitar el sitio, y cuando cualquier ciudad extranjera, y más si para llegar a ella hacían falta unos meses de navegación, llevaba el sello de exotismo. "Ya no existen esos viajes" me dijo la librera de Vancouver cuando le compré otro libro de viajes que llevo a medio, "Tiempo para los regalos". Y no, no existen. Existen otros. Posiblemente más cómodos pero diferentes en todo caso.