2014-10-05 11:30
No he reseñado muchos cómics este año. No es que no los haya leído; algunos los he comenzado y los he dejado sin terminar y otros los he terminado pero no he encontrado las fuerzas para reseñarlos. "El libro de los insectos humanos", de Tezuka, que me prestó
Fernando, por ejemplo, me decepcionó. El título y el planteamiento parecía interesante, pero luego era escena tras escena de lo mismo: la protagonista principal haciendo cosas absurdas y jodiendo a la gente en más de un sentido. Y con un dibujo bastante primitivo.
Pero éste, que me prestó
el artista antes conocido por Polisea, me deprimió. Todavía ando deprimido, porque me lo acabo de terminar. El libro empieza por un suicidio, el del padre del autor y es la historia deprimente del
vuelo que acaba en ese suicidio, contado en primera persona por el protagonista.
Es la historia también de un país, un país de
cobagdes, trileros y desleales, gente que no es leal ni a sí misma. Algo que aparece continuamente en nuestras conversaciones, donde "país de trileros" es, posiblemente, lo más halagador que se puede decir, porque al menos los trileros tienen arte y gracejo y tienen que dar espectáculo si quieren tener cierto éxito. Un país al que le gusta joder al de al lado aunque acabe jodiéndose uno mismo en el proceso, levantar muros entre lo mío y lo de los demás aunque te cueste más trabajo levantar el muro que dialogar para dejar claro dónde están esos límites. Y, una vez levantado el muro, moverlo para dejar al de más allá sin espacio vital, para que se muera de hambre, un país en el que todo el mundo miente salvo en dos o tres cosas y, finalmente un país que se desangra en múltiples guerras civiles, todos los días, en todas partes.
No voy a decir que es una obra maestra, pero sí es una gran historia, una historia que te va atrapando y no te suelta, que mezcla la realidad cotidiana con las fantasías de los sueños del protagonista y que además es, como decía Padura, escuálida y verdadera. Así que le agradezco a
maese Polisea el préstamo, y a
fernand0 también, joé, que la intención es lo que cuenta.