2014-11-26 21:11
Este libro, préstamo de
Esteban de nuevo, es la histora de una vida académica, la de un William Stoner, en una universidad del medio oeste americano.
No hay más. El otro día
Berta García de la Vega decía que no hay novelas académicas en España. No es que conozca todas las novelas que se han escrito, pero sí debe haber alguna. Ninguna con suficiente notoriedad, porque en realidad la vida académica no es nada del otro jueves. Es una vida de rutina, pequeñas alegrías y grandes miserias, propias y ajenas. Miserias de las que está rodeado el protagonista que, en realidad, usa su vida académica como un refugio al que amarrarse, como lo único que le proporciona alegría, la respuesta positiva y entusiasta de un alumno, la brillantez de un trabajo, el elogio inesperado de un desconocido. Y no hay más.
El libro, sin centrarse en un episodio determinado, concentra años en capítulos y va narrando, en tercera persona, lo que va aconteciendo y pasando por la cabeza de Will el profe. Y es curioso que, salvo en una ocasión, los personajes que se salvan son los alumnos.
Al final, es una novela que vale, sobre todo, si encuentras acomodo o sientes empatía por alguno de los personajes. El gris profesor es también un trasunto del gris empleado o, para el caso, del gris soldado o agrimensor. Pero quizás ese color (o quizás ausencia del mismo, sea una persona sin color) es su verdadera identidad y la de tanta gente que, como él, pasa por la vida amando poco y siendo amado un poco más, gozando menos todavía y dejando una huella que ni siquiera, como en el caso de Stoner, va a ir cubriéndose de polvo en una biblioteca olvidada de una universidad olvidada. Si no lo encuentras, es una novela que tarda en empezar, que cuestra trabajo tragar por la falta de tensión y de conflicto y en la que uno se puede sentir tentado de abandonar. Si no lo hace, tendrá una cierta recompensa, la que tuvo Stoner por seguir, a pesar de todo, su camino. Pero si lo dejas por el camino, como algún personaje, nadie te lo va a reprochar. Ni yo voy a reprochárselo a Esteban, a quien le agradezco el préstamo.