2014-12-13 12:47
Primer libro que he consumido, porque no se puede decir leído, en formato audio. El medio es el mensaje, y la voz del que lo leía era monótona, la grabación con un volumen demasiado bajo y, en general, desidiosa. Un formato que, por tanto, no aconsejo.
Será que el formato me puso en mala disposición, pero el libro me ha parecido un pestiño. Si le dan a Murakami el Nobel con estas mimbres, ya se lo pueden dar a Marcial Lafuente Estefanía a título póstumo o a Blue Jeans porque el libro viene a ser una historia inane con tintes culturetas. Y me explico, creo que sin espóilers, ni delanteros ni traseros, porque el libro, realmente, no los tiene.
Tsukuru es un tío, japonés de origen, al que le gustan las estaciones de tren y que tenía cuatro amigos y residentes en Nagoya. Eran muy amigos, eran felices como perdices, y triscaban por esos bares de sake y por esos institutos japoneses donde todos van uniformados hasta cuando los envían a una isla para que se maten los unos a los otros. Mas hete aquí que, de repente, por esas cosas de la vida que hacen que ingeniería de estaciones de tren se pueda estudiar solo en Tokyo, se fue para allá.
Pero quiso el destino que un día volviera y sus amigos más amigos que los de Friends lo dejaron de lado. Pasaron de él. No quisieron irse con él a bares de sake, ni a salas de pachinko, ni a bailar rock and roll en el corte inglés. A ningún lado, en resumen. Y a él le dio berrinche. Se puso encanao, encanao, no comía, no dormía, un jamacuco del quince. Jamacuco japonés, que empieza por ja también.
Pero luego se le pasó. Y siguió la vida, para allá y para acá, tuvo otro amigo que nadaba como los mismos calamares que se comen luego crudos los japoneses, hay que endevé, un calamar con todas sus patitas vulgo tentáculos, y a uno que se le sale uno por la comisura de los labios y qué estas comiendo, espaguetis, no, calamares, ay qué asco, por dióssssss, esto no sale en el libro, pero lo pongo yo de mi cosecha, que no es que los calamares estén malos, pero los espaguetis están más al dente, pero fíjate, les gustan más los calamares, porque al fin y al cabo, estos se pueden comer crudos y los espaguetis no.
Pero a lo que iba. Pasan los años, pesan los kilos, y Tsukuru conoce a una chavala, Sara, que le mola bastante, pero, como tenía todavía un micro-jamacuco, o quizás meta-jamacuco por aquello de los amigos que no estuvieron ahí para él, ni él para ellos, más que nada porque no le dejaban, vamos, ni le dejaban ni le dejaban de dejar, que pasaban de él, pues no se le empinó una buena noche que quería hacer lo propio con la muchacha. Que vamos, que es lo normal. En japonés, quizás. Que te emberrinchas con unos amigos del insti y quince años más tarde no se te empina. Un problema universal, que pasa en Ohio y en Mondoñedo, pero en Japón no sólo pasa, sino que se escribe un libro. Y la chavala, que estará acostumbrada a ese tipo de cosas, le dice "Eso va a ser el berrinche ese que pasaste, cuando toda tu familia se hizo el harakiri con la cucharilla de remover el sake" "No, eso no fui yo, sería uno de tus anteriores amantes" "Ah, sí, espera.. tú eras el de los amigos que estaban allí cuando la lluvia empezaba a caer a raudales. Pues va a ser eso. Vete pallá ahora mismo y les dices que por qué no estaban allí cuando no era ni tu día ni tu semana ni tu mes ni eso. Pero vete lo que se dice ya, vete para una estación de esas que te gusten, no te quedes pillao mirándola, que te conozco, cógete el talgo de las 12:17 Tokyo-Polopos-Nagoya y ya estás tardando" "Espera, que parece que se me empina ahora" "Que te vayas, cohone".
Y se va pallá, visita a unos, a otros, a una no, que se había muerto, vamos, que la habían matado, y una está la leche de lejos, en Finlandia, y allá que se va, a Finlandia.
Y al final no te enteras de nada, o te enteras de poco porque a Murakami no le gusta resolver los enigmas, le gusta darles vueltas y más vueltas, repetir frases y más frases, crear escenarios y más escenarios, hacer que el tiempo fluya lentamente, tan lentamente que casi se para, y todo es muy zen porque se trata de alcanzar un estado en el que evitas todo deseo y simplemente eres. Lo que está muy bien si te va eso. Pero si buscas la fantasía urbana de
Kafka en la orilla, pues no. Ahora, si te gustó
Tokyo blues, sí es posible que este te mole.
Y habréis visto (o no) que hay libros por medio, pero es que este estaba ocupando ya más espacio de la cuenta en mi móvil que necesito para las foticos, así que lo he reseñado el primero.