2015-02-13 20:36
Lo que no puede ser es que a estas alturas del año venga con el primer libro. Después de haberme comprometido en Goodreads a leerme 50 libros y
haber escrito en Verne sobre cómo leer más a raíz de lo de Zuckerberg. Que no sé donde ha quedado, por cierto. Mis ganas de leer sí lo sé: en
Movistar series, donde por un precio módico puedes gastar sofá enfrente de historias como
Gracepoint o la excelente
Alpha House. De todo esto no he hablado aquí porque no es un blog de series. De hecho, no sé de qué es el blog, salvo de las cada vez más infrecuentes reseñas de libros. Ahí tengo uno que empecé a leerme, "Bite me", pero que no he continuado. Pero sé perfectamente por qué empecé este. No sé si se ve, por la foto, que es un libro viejuno. Uno de julio del 92, dice en la primera página, cuando éramos jóvenes e inocentes y poníamos en la primera página cuando nos comprábamos los libros, para saber cuanto tiempo estaban en la pila. 22 años. Ha sobrevivido su estancia en The Pila (o tsundoku, léete el artículo de Verne, venga, va) al
autor, que murió el año pasado. Un autor que recordaba sobre todo por la afición que comparto con él a la
cultura hobo, pero también a algunas historias como "Barnacle Bill, the spacer", que recuerdo con afecto.
Es un buen escritor, un escritor
literario de los que se preocupan por personajes, ambientación, ritmo, no sólo ideas y más ideas. De hecho, no escribe ci-fi per se, más bien fantasía urbana y horror. En algunos casos, de forma muy clásica; en otros, usando un narrador en primera persona que le añade credibilidad y empatía. Algo complicado y también esencial en historias de horror. La mayoría de las historias en esta recopilación lo son: túneles a otra dimensión, posesiones, historias de nazis, asesinos y gabinetes de horrores en lugares exóticos. El más exótico, el de la historia que le da título: situada en un pasado incierto, una persona trata de pintar un dragón inmenso, que yace inmóvil, para envenenarlo y que deje de controlar mentalmente a las personas que viven, literalmente, sobre él.
En general, las historias consiguen su objetivo y dejan cierto aire de inquietud que recuerda a los mitos de Chtulhu, pero pasados por una persona que ha viajado más y ha vivido mucho más que el ermitaño de Providence. Por lo que si lo encuentras por las 295 pesetas que me costó, o incluso por más, merece la pena que lo leas.