2003-04-29 20:03
A veces uno llega a una ciudad e incluso tiene tiempo de dar una vuelta, y verle latir el pulso. Hasta la hora de comer, tengo libre; esta tarde tengo que dar
unas clases. Así que me he venido andando, como buen cateto, hasta el centro de Madrid; ahora estoy en un cibercafé al lado de la Gran Vía.
Antes solía venir a comprar libros; ahora me he percatado de que mi pila de libros dobla en edad a mis hijas, así que prefiero simplemente mirarlos, palparlos. Ha sido todo un disfrute entrar en las dos librerías Fuentetaja, la de "nuevos" y la de "viejos", y sentir ese polvo quieto, ese olor, y esos libros que pensaba que ya había olvidado: Álvaro de la Iglesia, Martín Vigil, lecturas de adolescente. La verdad es que no sé por qué las he olvidado, porque cada vez que voy a mi casa las veo allí, en las estanterías...
Madrid tiene tiendas que no hay algún lado. Como decía Ciges en "Amanece que no es poco": "Tiene un comercio..." Pues eso. Hay de todo, y debería uno echarse como deber, antes de venir a Madrid, buscar alguna tienda rara y acercarse, atravesar el umbral, sentirla, y, además, comprar algo. Consumismo, sí, pero consumismo unido a goce estético y sensorial.
En fin, que si alguien tiene ganas de echar un rato, que me escriba un correo personal y le doy mi móvil. O que me dé su móvil (sí, hoy llevo móvil, el resto del tiempo no).