2016-01-01 12:30
Regalo de
fernand0, este libro ha sido el último de un año en que he leído menos de la cuenta, aunque no tengo clara cuál es esa
cuenta. 31 libros no está mal, uno por cada diez días, y no están incluidos los cómics que ni siquiera he tenido tiempo de reseñar. Algunos están bien y otros como Nowhere Men, no tanto. Quizás este último se esfuerza demasiado por hacer un
mundo completo a lo Watchmen, incluyendo falsos artículos y buscando lo enciclopédico, pero no llega a la altura de Alan Moore simplemente porque simplemente nadie puede hacerlo.
Es un año en el que el peso de los libros de no-ficción ha aumentado, y este es uno de ellos, aunque está a medio camino entre un libro de política urbana y de viajes y exploraciones.
El planteamiento del libro es similar al de
Venkatesh en Floating City: la mejor manera de entender una cultura es integrarse en ella, y Bradley Garrett decidió estudiar las tribus de exploradores urbanos en Gran Bretaña y el resto del mundo convirtiéndose en uno. En los diferentes capítulos cuenta la historia de esa cultura a través de sus conquistas: edificios en construcción, estaciones abandonadas del metro y diferentes edificios cerrados o en construcción que se convierten en objetivos simplemente por estar ahí y estar cerrados, igual que la cultura hacker resuelve problemas que
le pican.
Sin ser demasiado explícito en las técnicas usadas, sí habla de la progresión de sus conquistas, qué convierte a una zona o recinto en objetivo y, finalmente, la reacción final de la policía poco antes de las Olimpiadas de Londres, que los convirtió a todos en criminales y le costó a más de uno un ASBO, en lo que me recordaban totalmente a los Misfits. Seguro que si hubiera una nueva temporada de Misfits incluiría algún explorador urbano que fuera capaz de teletransportarse al interior de los sitios, o fuera capaz de abrir cualquier cerradura, o algún otro poder al efecto.
El problema es que junto a estos relatos de viajes y aventuras se inserta un discurso político que no acabo de entender, porque subir a lo alto de un edificio de construcción para hacer fotos y no revelarlo para que a) el poder no se entere y b) no se convierta en un objetivo del equivalente en exploración de los
script kiddies, que parecen ser los
HDR kids no parece una actividad con ningún tipo de efecto político como no lo es la ocupación real y efectiva de ese espacio. El discurso de
abrir espacios y
reconectar con la ciudad es válido a nivel individual, y la impresión que dan las frases de otros exploradores urbanos es esa. Pero hay un trecho hasta que eso tenga más agencia política que un tweet.
En resumen, que el libro está bien, las ilustraciones son curiosas y ayudan, aunque habría ayudado más todavía que le insertaran un pie. También la edición tiene algunos fallos: los números de las notas finales están equivocados en algunos capítulos. Supongo que quedará pendiente para una edición posterior. Así que agradezco a Fernando su regalo de la lista de regalos de la derecha.