2016-06-11 12:21
Agosto, en Taiwan, es el
mes de los fantasmas, a veces calificados como "hambrientos". Es un mes en el que, en la semitropical Taipei, las gentes se abstienen de salir de sus casas por temor a que los fantasmas de sus antepasados, hambrientos y cabreados, la emprendan con ellos. Tampoco tienen ropa para, lo mismo, que no sean poseídas. Tratan de evitar nacimientos. Comprar cosas. En general, pareciera que los taiwaneses no tienen la conciencia muy tranquila con sus antepasados, porque tener todo un mes para guardarse de una serie de cosas por temor al ataque del antepasado parece un poco exagerado. Pero al menos es un mes de recuerdo. Un mes en que se ponen pequeños altares, se va a los templos y todo eso se hace como una actividad social y en familia. Es una forma de ver la vida y, por supuesto, la muerte. No sé si mejor o peor, pero sí es cierto que el tratamiento y procesamiento del pasado define mucho a una cultura. En España, en general, el pasado es útil como arma arrojadiza. En un país en el que hasta los jamones se usan como tales, el pasado es algo que siempre se tiene a mano. Pero al menos en Taiwan son los (presuntos) fantasmas los que (presuntamente) atacan a los vivos. Por estos lares somos nosotros los que usamos los fantasmas para atacarnos entre sí.
En muchas culturas orientales, la familia y el pasado son muy importantes. Cada personaje no se separa de su linaje, de su pasado. En Taiwan diferencian tanto los étnicamente taiwaneses, en su mayoría masacrados, como los venidos de China en las diferentes oleadas, al principio y más adelante, cuando vinieron huyendo de Mao; también de los ABT, o "American Born Chinese", chinos de cualquier procedencia inicial vueltos a la isla a hacer fortuna. China, por supuesto, es el pasado, en gran parte el presente, y posiblemente el futuro de Taiwan y eso es lo que define esta novela, que con la apariencia de una novela de misterior, que lo es, es más un mosaico de la cultura, la arquitectura y la sociedad de Taiwan. Cada capítulo y escena va precedida del contexto geográfico, de apuntes políticos, criminales, y todo tipo de aderezos que hacen que la acción avance muy lentamente. Y esta es más o menos directa: una chica muere asesinada, y su amigo, a la sazón propietario de un restaurante en el mercado nocturno de Taipei, ante la inacción de la policía, decide investigarlo, ante la oposición de un par de matones y la inactividad de la policía. Cuenta con la ayuda de una amiga de la infancia a la encuentra en una tienda de discos, buscando discos de
Joy Division, que es su grupo favorito, y de los dos pinches de su restaurante, ambos con un pasado turbulento y relaciones diversas en el submundo.
Sigue, por otro lado, las convenciones de la novela negra: hay chica (aunque no fatal), hay intentos de corrupción, hay guantás con la mano abierta por parte de alguien que es malo pero que quizá no lo es, policías indolentes y corruptos, y muchas conversaciones con turistas que añaden algo de color pero que realmente no aportan mucho a la acción. En general se puede decir que entretiene, pero que tiene más ambiente que acción y personajes, lo que la deja un poco lastrada. Y, como principio de una serie, tampoco deja mucho que descubrir, así que no es del tipo de libro que te haga desear zambullirte en su obra hasta agotarlo. Así que unas 3 estrellitas, quizás altas.