2016-06-19 14:51
Hay momentos en que simplemente te apetece leerte algo de
Connelly, con una trama y personajes sólidos y con una acción que se va a dar en las dosis justas para mantenerte en el filo, haciéndote cábalas de quién será, quién no, y por dónde saldrá todo. El método procedural te ayuda a ir pensando junto con Harry Bosch, el personaje en esta novela también, que te va pinchando las pruebas en un panel y te deja examinarlas, con él, a ver a dónde te llevan. Todo en Bosch es humano, todo es plausible, todo se cae de su propio peso, una muestra de respeto de Connelly a sus lectores que se agradece y una muestra de cariño al personaje.
En esta ocasión se trata del asesinato de un abogado de raza negra, especializado en denunciar a la policía de Los Ángeles por malos tratos, y ganar con frecuencia. A punto de comenzar un juicio en el que se enjuiciaba a un antiguo compañero de Bosch, Frank Sheehan, el abogado es asesinado en el
teleférico que le da título al libro.
Pero los títulos tienen muchas lecturas. La parte acusadora, en este caso, había sido acusada de asesinato de una chica de 11 años y posteriormente exonerada. Un
ángel cuyo vuelo, o caída, es un motivo que se repite a lo largo de la novela. Durante la misma, además, Harry se tiene que enfrentar a problemas domésticos y, como suele ser una constante en las novelas de Connelly, a problemas de corrupción dentro de los supuestos defensores de la ley. Todo ello, además, en un entorno en el que el asesinato toma tintes raciales y puede provocar una sublevación en el polvorín que suele ser Los Angeles.
En resumen, una novela sólida que se lee con fruición y que no decepciona. Por lo pronto no he encontrado el salto del tiburón que ya encontré con Harlan Coben, así que intentaré llenar los huecos que me quedan en
la serie, que son bastantes. De hecho, esta novela es anterior a
A Darkness More than Night y ocupa el número 6 en la serie de la que sólo me he leído del 1 al 3.