2016-10-13 20:42
Llegué a este libro de la manera habitual: a través de alguna reseña en la revista Time o de alguna de las cuentas de Twitter que sigo, como Electric Literature. Me animé a leerlo cuando vi la
inquitetante película "Tenemos que hablar de Kevin", un relato de una familia y de los crímenes que se cometen en la misma, pero lo que me hizo zambullirme en su lectura con prelación a otros libros que tengo a medio leer fue
la absurda polémica que se provocó a raíz de un discurso en el que sus ideas sobre la apropiación cultural provocaron la reacción de una escritora entre el público. ¿Una escritora políticamente incorrecta? Eso mola.
Además, el libro es ciencia ficción y la ciencia ficción escrita por escritores más o menos
mainstream suele tener aspectos bastante interesantes. Por ejemplo, la
Super Sad True Love Story de Gary Shteyngart era una historia romántica barra distopía con una serie de ideas distópicas que no han sido demasiado exploradas por la ciencia ficción actual.
En este caso, la parte más interesante para alguna acepción de la palabra interesante es la ciencia ficción
económica, que parte de una idea relativamente simple: la derrota económica de los Estados Unidos y el impacto en la familia Mandible, de bisabuelo a nieto, a lo largo de 40 años. En esa idea económica se parece a
The Unincorporated Man, de los hemanos Kollin. En aquella un hombre despertado de un largo letargo se niega a ser convertido en una corporación. En esta, bueno, es complicado luchar. Tras la "Renunciación", en el que los Estados Unidos entran en quiebra y deciden no pagar la deuda, la economía colapsa y la familia Mandible se enfrenta a su supervivencia mientras tratan de agarrarse a lo poco que queda de dignidad y de humanidad en su alrededor.
Si has visto o leído "Tenemos que hablar de Kevin", el estilo de la autora no tiene compasión con casi ningún personaje. Los ataca, los machaca, y cuando parece que no han podido caer más abajo, todavía les pega algún palo más. No deja lugar a la redención, no hay buenos ni malos, no hay justicia; el propio entorno del libro es una metáfora a el tratamiento de la autora con sus personajes: el colapso económico no imparte justicia, no castiga a los culpables y redime a los inocentes: los inocentes sufren, los culpables también, y todo el mundo lucha por su supervivencia en un entorno sumamente hostil.
Por eso, en cuanto a los cánones del género distópico, es interesante si te tragas la premisa inicial (a mi no me acaba convencer: la deuda se paga en la moneda que se emite) y si sigues, más o menos, las conversaciones donde se enfrentan diferentes teorías económicas y monetarias.
¿Y la literatura? Una vez más, la autora es introduce un personaje, Nollie, de la segunda generación Mandiblar, que fue escritora y en la que se reflejan los males y las grandezas de esa profesión. O afición. Lo que sea. La saga crea personajes coherentes y con los que es difícil empatizar. Quizás Willing, de la cuarta generación y centro de la saga, sea el personaje más
likable, pero tiene un cinismo difícil de tragar en ocasiones. También, en una tradición que data al menos de la naranja mecánica, inventa lenguaje y expresiones, haciendo que "T-bill" o
treasury, los nombres de los bonos del tesoro americanos, se conviertan en sinónimo de basura. El lenguaje tiene color y, a la vez, es bastante familiar y plausible.
La cuestión, al final, es si merece la pena. Todas las novelas de ciencia ficción hablan del presente, y como un camino para entender ese presente, es útil. Pero la literatura no tiene por qué ser útil, sino entretenida, y el entretenimiento llega en las dosis justas y pertinentes. Yo le daría 3 estrellas sobre 5, con una recomendación para leer en el futuro más cosas de la autora si caen en mis manos.