2017-06-03 19:14
Siempre, o casi siempre, me pasa lo mismo con
Bruce Sterling. Es un escritor con un montón de ideas, y cuando te sale con un escenario como este, la
Regencia de Carnaro, un estado creado por un activista, Gabrielle D'Anunzio, después de la primera Guerra Mundial, basándose en el manifiesto futurista y un lugar al que fueron a parar un montón de creadores, artistas y golferas diversos
Y que, incidentalmente, puso el germen del fascismo italiano, unos años más tarde, desde el saludo a algunos rituales
dices, jolines, qué buena idea, qué gran novela puede salir de ahí, algo a medio camino entre el
Hav de Jan Morris y la
The City and the City, de Chin Miéville.
Y al principio, promete. Unas ilustraciones basadas en el trabajo de
Depero, o las piezas postindustriales, los uniformes, los personajes sacados del mundo real, el Profeta, el
as del aire y a la vez más grandes que la vida, la situación fluida en la que una ciudad-estado reta al mundo, algo que también sacó Sterling en "Islas en la Red", H. P. Lovecraft, Houdini... Tantas cosas, para luego crear una historia que se compone de una serie de escenas con diálogos grandilocuentes, situaciones sin un hilo ni una progresión, y una historia que se diluye en el decorado sin tener mucha más trascendencia. Más parece que Sterling quería nominar cuantos más personajes mejor, sin tener muy claro qué es lo que quería conseguir de ellos, ni qué era lo que tenían los propios personajes invertido en la historia. Finalmente, una decepción. Lo que no quiere decir que no le agradezca a
Fernando el regalo. Al menos habría que leerlo para decir lo que uno opina, ¿no?