2018-01-28 13:50
Estar en Conil, en verano, pensando en Taormina, en invierno, puede ser fruto de ese afán humano por estar siempre en otro lugar, preferiblemente en un lugar en el pasado que siempre, por definición, fue mejor. Estuve en Taormina en
el verano de 2012, aunque es difícil de deducir por esta foto, una de las pocas de las que tengo publicadas que no es estrictamente de los salones de la conferencia en la que estuve. Los
lugares de esta novela me resultan familiares. Catania, Taormina, esa carretera que baja a la estación del tren... Los chats, los carabineros, el ambiente decadente, la vieja nobleza...
Todo atractivo y además en un pequeño formato que se podría leer fácilmente, solo que no es así. Aparte de la edición un tanto descuidada, con errores tipográficos y demás, el relato está deslavazado, con múltiples personajes que aparecen y desaparecen, motivaciones poco claras, y muchos viajes entre Catania y Taormina y de vuelta, con un final que no resulta demasiado sorprendente y que, realmente, ha perdido todo interés. Hay elementos del relato que no se sabe muy bien qué hacen ahí: Los chats con la persona anónima, por ejemplo, ni revelan, ni crean tensión, ni nada. Cuando al final se revela quién es la persona anónima ni da un vuelco a la trama ni la hace avanzar por ningún lado.
No había leído nada del autor, y no sé si es su mejor o su peor obra. Supongo que tendrá un agente lo suficientemente bueno como para conseguirle traducciones al español, pero sin rechazarlo totalmente para los restos, tendría que ser convencido con argumentos de pesos para poder leer algo más de él.