2018-10-09 21:40
Déjenme decirles primero una cosa: las bibliotecas universitarias son sitios maravillosos. Como en el
Aleph, es difícil encontrar un libro que no esté o en la biblioteca local o, en todo caso, que se pueda conseguir por préstamo interuniversitario o interbibliotecas. Los libros más esotéricos pueden estar en la biblioteca de la Universidad de Burgos o de La Laguna y, por obra y gracia del maravilloso sistema de bibliotecas, lo tienes a los pocos días en tu casa.
Y luego lo puedes seguir teniendo un tiempo bastante razonable, renovando por Internet si lo deseas. Este libro, de hecho, lo saqué en julio, unos días antes del cierre de agosto, lo que me permitió tenerlo durante todo el mes de agosto, que no es hábil. Mi intención inicial era, efectivamente, haberlo leído antes de llegar a Los Angeles, o a todo tirar, en los primeros días.
No sucedió.
Fue y volvió. Y como la renovación no puede ser eterna, me decidí a leerlo. Es el
segundo libro de arquitectura de este año. Y no es porque me hayan invitado a alguna que otra plaza de arquitectura (cuando yo soy de
esta arquitectura, no de esa) sino por
99 percent invisible, que es uno de mis podcasts favoritos, y que fue el que me enganchó a este tipo de libros.
Y la verdad es que tenía que haberlo leído antes. El autor divide Los Angeles en cuatro ecologías en sentido extenso, cuatro tipos de zonas llamadas Autopía, Surfurbia, las laderas y las planicies del Id. Nombre metafóricos para contar el origen de los Ángeles en una serie de haciendas, el puerto, las vías férreas que llegaban hasta él, y cómo el transporte fue el que definió la configuración de la ciudad. Ciudad que no tiene un
centro claro y que, a pesar de que el ferrocarril ha vuelto hace relativamente poco, sigue siendo la ciudad de los coches.
No voy a decir que el libro es ameno, ni que las ilustraciones, en tinta azul, tienen la más mínima calidad, porque no se ven nada. Como todos los libros de arquitectura o urbanismo, son un ladrillo. Pero si te permite entender un poco mejor la ciudad y la cultura que se ha creado en torno a ella. A posteriori, pero bueno es. Además, a Los Angeles siempre se vuelve. Estuve en el 92, he vuelto ahora, una vez cada 28 años tampoco está mal. Por eso, merece la pena leerlo y que te lo pidas, si estás en cualquier universidad del país, en cuanto que yo proceda a devolverlo.