2019-03-07 19:27
Hay muchas cosas que me gustan de las novelas de
Lorenzo Silva, más allá de los personajes y de cómo evolucionan, novela a novela, y van creciendo y envejeciendo. Es la documentación tan exhaustiva que hace de todos los lugares donde se desarrolla la acción, las personalidades que aparecen en las mismas, y cómo interaccionan. Lo que escribe se siente realmente
vivo y real, aunque evidentemente se tome las licencias literarias pertinentes, que para eso es el escritor. Para esta novela se
fue a Afghanistán y convivió con los guardias civiles en la base militar que comparten con otros contingentes.
Pero.
Una novela es una historia. Un procedural como este debe ser riguroso, pero también tener vida, tener una tensión que se va incrementando poco a poco, algún que otro arenque (o, según el caso, escorpión), rojo. El investigador debe dejar algo de él también en esa investigación. No sólo restablecer la justicia, sino salir algo más sabio. El autor es un profesional de la novela y todo esto los sabe; eso también es lo que me gusta de sus novelas. Son como encaje de bolillos: perfectas, no les falta un detalle, todo encaja, todo está donde tiene que estar.
Pero.
Teniendo todo eso, hay algo que falta. Falta por crear ese ambiente de tensión. Aunque hay bulla por parte de las autoridades por esclarecer el crimen, como es natural, y los picoletos no quieren quedarse en Afghanistán ni un día más de lo necesario, no hay esa presión de "tenemos que averiguarlo ya o nos comen los talibanes" o algo así. Tampoco el personaje asesinado ayuda demasiado. Ni, para el caso, los sospechosos. En los interrogatorios queda bastante claro desde el primer minuto quién es qué y qué puede haber pasado.
También tarda, literalmente, en despegar la novela. El tiempo que pasan en España puede tener sentido en el gran orden de las cosas, sobre todo al final, pero el tiempo que pasan con la familia de Chamorro es casi perfectamente prescindible. Presenta un aspecto del personaje, sus orígenes secretos, son personas entrañables, pero, no sé. Se me hizo un poco largo hasta que llegó de verdad a la acción.
La resolución, aunque perfectamente plausible y bien entramada, tampoco me acabó de convencer.
Pero, sobre todo, el título. Siempre me han gustado los títulos de las novelas de Lorenzo Silva. Son casi un relato corto en sí mismo, tienen tantos ángulos que irlos mirando desde cada uno de ellos es un placer. Este título, aunque adecuado a la novela, le falta ese algo. Su última novela,
Lejos del corazón, es bastante mejor.
En resumen: una novela correcta, pero desde luego lejos del los puestos más altos del ránking del autor o de los personajes.