2019-05-18 12:23
Hace tiempo, tanto que en esta Atalaya había un número de dos cifras de historias al mes, reseñé la novela
The Hollow Chocolate Bunnies of Apocalypse, de Robert Rankin. En esa novela, había ositos de peluches parlanchines y conejos de chocolate malignos. No sé por qué, pensé que esta novela iba a ir de lo mismo. De patitos de goma malignos y totalmente insumergibles, que de alguna forma atacaban a la pacífica población desde sus bañeras y sitios mojados diversos hasta subyugarla.
Y podía haber ido de eso, pero no. En todo caso, me la pillé por una libra y pico en una librería de viejo, que ilustro, y lo que me costó más trabajo fue que en curso de su adquisición tieré una o dos pilas de libros y tardé un buen rato hasta que logré, más o menos, devolverlo a un estado metaestable. Tampoco es que le fuera a exigir mucho, pero hasta que descubrí que se trata de una
frase de James Randi para descubrir a los inconfundibles seguidores de lo paranormal, bien entrada la novela. Realmente estaba esperando que, de un momento a otro, aparecieran los patitos de goma (que además, están en la portada, qué jolines) de una forma u otra.
Pero no. Efectivamente, la novela se desarrolla en el mismo Glasgow donde la compré, en la universidad, muy cerca de donde estaba la libraría, y el tema principal es una cátedra de lo paranormal que trata de probar que una persona, Gabriel Lafayette, efectivamente, tiene poderes paranormales.
La novela comienza precisamente con una serie de hechos paranormales narrados por una periodista. Continúa con otro periodista, Jack Parlabane, héroe de la erie (de la que este libro, al parecer, es el quinto), confesando que está muerto y que los hechos que narra la periodista son totalmente ciertos.
Y a partir de ahí y en una serie de flashbacks vas enterándote del papel de Jack Parlabane, de un estudiante de la universidad que trata de probar el fraude de Lafayette, del físico que acompaña a Lafayette, y, en general, de todo el mundo.
En realidad, es una novela que alimenta un sano escepticismo, a la vez que muestra la mucha veces inútil lucha contra la magufería de lo paranormal, las seudoterapias y tanta farfolla diversa. Y aunque la primera parte de la novela se hace aburrida y un tanto iterativa, a partir del último tercio toma vigor y acaba siendo bastante entretenida. Acabas hasta tomándole cariño a Jack Parlabane, o a su fantasma, o a lo que sea. Bastante recomendable, por tanto, y con ganas de pillarme alguna otra novela del autor.