2003-07-19 00:16
Hace algunos días leí
este artículo en el sitio web de la BBC y me referí a él
un par de veces en mi
bitácora en bárbaro (a ver si le echo un capote, que la pobre no levanta cabeza). Me recordó un viaje en autobús, hace unos veinte años, de Churriana de la Vega a Granada, donde un conocido y yo hablábamos de GOTOs y subrutinas y pixels, y RAM y megahercios (pocos), y una chica que iba a nuestro lado comentó, según llegábamos a lo bajo del Camino de Ronda "caray, no me he enterado de nada desde que salí".
La conclusión es que la jerga informática tiene ya cierta edad, y que si a estas alturas alguien no sabe lo que es un megahercio, ya le vale... pero también que la jerga, o
technobable para los entendidos, es algo antiguo.
Sin embargo, como decía en la historia anterior, las palabras, junto con los objetos que designan, forman una ecología. Una persona normal es capaz de usar solo unas 1000 palabras, más o menos, supongo que sin incluir nombres propios y apellidos. Y por esos huequecitos dentro de una neurona (o más bien, almacenados de forma distribuida, antes de que me pegue Ctugha y/o Algernon) están luchando muchos cientos de miles de palabras diferentes; el problema es que, aunque el número de palabras que se usan habitualmente es el mismo, el número de cosas que se usan en la vida cotidiana aumenta.
Aumentan, por ejemplo, los nombres que se manejan.
En este artículo sobre tendencias a largo plazo de los nombres que le dan a la gente en el Reino Unido se muestra la disminución paulatina del porcentaje de gente que usa los 3 nombres más populares (de más del 20% en 1800, a menos del 5% en la actualidad). Lo mismo sucede en todos los paises: se tiende hacia la máxima aleatoriedad, porque en cada país, en cada casa, hay múltiples influencias culturales, causadas, sobre todo, por la prosperidad económica (al menos, donde hay prosperidad económica).
Todo esto se puede atribuir a la sobrecarga de información, es decir, cada uno recibe tanta información, que tiene más donde elegir: más palabras, más nombre... pero mi hipótesis es que la cantidad de información que una persona es capaz de absorber es más o menos constante (como
ya dije (
y se discutió) hace tiempo), salvo que, claro está, si vive más tiempo al final acaba recibiendo más (lo cual no quiere decir que la almacene), por lo tanto, la diversidad proviene no de lo percibido, sino de que lo que cada uno percibe es muy diferente. Es decir, si eres de ciudad y ves telenovelas acabarás llamando a tu hija Vanessa Jenniffer, pero si eres de pueblo, lo llamarás Tomás, como su abuelo.